El ataque de pánico (AP), según el DSM-V, se define como un episodio súbito de miedo o malestar intenso que alcanza su máxima intensidad en minutos. Este episodio está acompañado de al menos cuatro de los siguientes síntomas físicos y cognitivos:
- Palpitaciones o aceleración del ritmo cardíaco.
- Sudoración y temblores.
- Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
- Dolor o molestias en el pecho.
- Mareos, sensación de desmayo o inestabilidad.
- Escalofríos o sensación de calor.
- Parestesias (hormigueo o entumecimiento).
- Sensación de irrealidad (desrealización) o de separación de uno mismo (despersonalización).
- Miedo a perder el control, a “volverse loco” o a morir.
Es importante destacar que los síntomas pueden variar según la cultura y no siempre se cuentan como parte de los cuatro requeridos para el diagnóstico.
¿Qué hacer ante un ataque de pánico?
Un ataque de pánico puede ser aterrador, pero es importante recordar que no pone en peligro la vida. Reconocer los síntomas y buscar ayuda profesional es fundamental para aprender a manejarlos y prevenir su recurrencia. Si experimentas estos episodios de manera recurrente, podrías estar enfrentando un trastorno de pánico, que requiere evaluación y tratamiento especializado.